Aunque es evidente que su vida personal no fue un modelo de cristianismo, tuvo dos hijos con mujeres diferentes sin estar casado, los que defienden que juan Sebastián Elkano era una persona con fuertes creencias religiosas se basan en una serie de elementos que es preciso analizar. Y para hacerlo debemos entender que Elkano vivió en una sociedad en la que la religión, al menos sus aspectos formales, empapaban cada uno sus ámbitos, y esto era así porque la religión no era solo una elección personal, sino que determinaba tu propia pertenencia a esa sociedad. Es decir, muy por encima de que alguien fuera vasco, portugués, castellano, navarro, aragonés o italiano, estaba su condición de cristiano. Porque, aunque hubieras nacido en Castilla, Aragón, Navarra o Francia, si eras judío, musulmán o pagano, si no eras cristiano, no formabas parte de esa sociedad. No, al menos, con plenos derechos.
El principal de esos elementos formales es su testamento, lleno de manifestaciones de cristianismo y con detalladas donaciones a diversas instituciones de la Iglesia. Lo primero que hay que decir es que estas manifestaciones eran obligatorias en todos los documentos, sobre todo en aquellos de carácter oficial o legal, que debían ir encabezados por una cruz y concluir con la fecha en la que habían sido redactados, hasta el punto de que era de uso común la expresión “de la cruz a la fecha” para indicar que se había realizado algo de principio a fin.
Las donaciones eran también obligatorias y estaban reguladas en las leyes de las Siete Partidas. Era un impuesto a la Iglesia en el que el testador podía elegir a qué instituciones dentro de esta efectuaba sus legados, y aún en eso había normas. También les fueron descontadas, por ejemplo, de sus sueldos y quintaladas. En este aspecto, destaca que Elkano redacta su testamento buscando que su familia no pague esas “donaciones”, especificando que debían descontarse del dinero que le debía el rey y no se le podían exigir a sus herederos. Y lo hace con tal cuidado que logra, en efecto, y es uno de los muy raros casos en esa época, que se libren de ese impuesto. Y como con Carlos V se inauguró la costumbre de los Austrias de no pagar, literalmente, ni a Dios, ninguna de esas detalladas donaciones llegó a materializarse y la Iglesia no vio ni un solo maravedí de su herencia.
También es evidente que, a juzgar por su testamento, Juan Sebastián sentía simpatía por la orden de los franciscanos, a la que efectúa prácticamente todas las donaciones que no van a instituciones de su comarca (una obligación legal) o a santuarios de advocación marinera. La orden franciscana era muy popular entre las clases medias y bajas por su voto de pobreza y por su ayuda a los necesitados. Y muy crítica con los lujos de la jerarquía eclesiástica. De ella salieron varias herejías como los Fraticelli (de eso va “El nombre de la rosa”).
Una de las donaciones sobre la que más han fantaseado, y fantasean, aquellos que buscan en Elkano un referente religioso (de su religión, por supuesto, eso siempre es así) es su legado al convento de la Santa Faz, o de Santa Verónica, de Alicante, a cuya romería asegura haber tenido intención de acudir. Esa breve anotación ha dado lugar a toda una riada de especulaciones de quienes creen ver en ella la prueba que nunca dejan de buscar de esa fe religiosa. Así afirman, sin más datos, que sin duda lo conoció durante su estancia en el Mediterráneo previa a la vuelta al mundo, imaginando incluso toda suerte de aventuras y relatos maravillosos… y, me temo, amigos nacionalcatólicos, imposibles.
Romería de la Santa Faz de Alicante |
Los primeros encargados por las autoridades de Alicante de construir un monasterio en el que custodiar las reliquias de la Santa Faz fueron los frailes jerónimos, que no mostraron mucho interés y terminaron por renunciar al proyecto, por lo que el concejo de la ciudad se lo confió entonces a las hermanas clarisas, la rama femenina de los franciscanos. Estas fundan el convento (se trasladaron algunas monjas a una casa particular) en 1518, cuando Juan Sebastián estaba ya en Sevilla preparando la expedición, con lo cual es imposible que Elkano lo conociera antes de la vuelta al mundo. En cuanto a la romería fue aprobada por el Papa en 1526 con el fin de que sirviera para recaudar fondos con los que sufragar la construcción del monasterio, por lo que Elkano nunca pudo prometer asistir a una romería que aún no se celebraba cuando redactó su testamento. Todo parece indicar que su mención es un intento de promocionar un proyecto en el que estaban muy interesados los franciscanos.
La Cruz de Santiago que pintaron sobre sus velas al partir de las Molucas se pintaba en las velas de todas las naves de Castilla, en especial de las que formaban parte de una armada real, para indicar que estaban bajo la protección del rey. Igual que en Portugal la Cruz de la Orden de Cristo. En aquella época aún no existían las banderas como tales. Los estandartes correspondían a las casas nobles, no a los estados, y con facilidad producían confusiones. Véase lo que pasó en Sevilla con el estandarte de Magallanes y el de Manuel I de Portugal.
Debajo, un barco castellano con la cruz de la Orden de Santiago y uno portugués con la de la Orden del Cristo
Y respecto a la procesión al regresar a Sevilla, se trataba de una promesa realizada por la tripulación en una de las muchas tormentas que a lo largo del viaje de vuelta amenazaron con echarlos a pique, ya dice el refrán que todo el mundo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, pero, y sobre todo, fue la celebración pública y multitudinaria de la vuelta al mundo. El equivalente al desfile por la quinta avenida de New York de los astronautas que habían alcanzado por primera vez la luna. Solo que en esa época todas las celebraciones debían revestir obligatoriamente un carácter religioso, ya que, como he explicado, se trataba de un estado y de una sociedad confesionales, cristianos. Ahora mismo, y dado que España ha conservado ese carácter confesional hasta hace bien poco, todas las fiestas de pueblos y ciudades aún son en honor de algún santo o santa, y la inmensa mayoría de los festivos se corresponden con celebraciones religiosas. Un historiador de dentro de 500 años, sobre todo si quiere verlo así, podría pensar que esos miles de jóvenes gritando “¡Viva San Fermín!” en Pamplona son la prueba evidente de una intensa fe religiosa, aunque la verdad es que muy pocos de ellos visitarán luego una iglesia. Es una tradición formal, heredada, justamente, de estos tiempos.
- Nunca tuvo esclavos, eso es algo que queda claro y probado en su testamento y en el rol de las dos expediciones reales en las que participó, ya que se inscribía a los esclavos con el nombre del amo al que debía abonársele su sueldo. Y eso no era algo nada común, todos los demás capitanes de ambas expediciones partieron llevando esclavos.
- En las Molucas, Espinosa y él liberaron a todos los prisioneros y no embarcaron a nadie como esclavo. Los asiáticos figuran en el rol de la tripulación y en la pagaduría de la Casa de Contratación como marineros libres a los que les debía ser entregados sus sueldos y quintaladas de la misma forma que a los tripulantes europeos. Algo no solo raro en aquella época, sino, hasta donde yo sé, casi único.
- Nunca intentó conquistar, “civilizar”, ni convertir a nadie a ninguna religión. Es más, ninguno de los marineros asiáticos que enroló en las Molucas, paganos y musulmanes, fue bautizado. Es cierto que los sobrevivientes que llegaron a España usaron nombres “cristianos”, pero es que hubiera sido un poco problemático en esa época que se pasearan por Sevilla o Valladolid haciéndose llamar Mohamed, Omar o Tarik. Los fallecidos aparecen todos con su nombre original, y si solo hubieran sobrevivido los bautizados la Iglesia aún estaría celebrando tan milagroso portento. Todo indica que adoptaron nombres de conveniencia.
- En las Molucas, el capitán portugués Antonio da Brito informó a su rey que Espinosa y Elkano habían usado las medallas, figuras, cruces y otros elementos religiosos como un instrumento más de comercio e intercambio con los nativos.
- Tuvo, al menos, dos hijos con mujeres diferentes sin estar casado.
- Evita en todo momento participar en conflictos armados. De hecho, y esto es algo que queda claro en la lista de fallecidos, conservada completa con los nombres y la causa de la muerte de cada uno, nunca mató ni hizo matar a nadie en ninguna de las dos expediciones.
- Dado como utilizó la limitada capacidad de elección de la que disponía sobre las “donaciones obligatorias” de su testamento es evidente su simpatía por la orden de los franciscanos, la más crítica en ese momento con los lujos y los abusos de poder de la jerarquía eclesiástica, la más cercana a las clases populares por su labor de beneficencia y la más abierta a los sectores marginados de la sociedad, como los conversos, que podían ingresar en ella sin trabas.
- En la carta de Maximiliano Transilvano, copiada, según reconocen tanto él mismo Maximiliano como Oviedo, de la documentación que Elkano le entregó y de lo que este y el resto de los sobrevivientes le contaron, aparece la “Utopía de Porné”, un relato fantástico sobre un lugar donde los hombres no creen en el más allá, obligan a los reyes a pelear en primera fila hasta que mueren si quieren llevarlos a una guerra, y condenan como a criminales a quien no acepta los acuerdos y reparaciones propuestos tras sufrir un perjuicio o una afrenta. De esto, y del bastante torpe intento de atribuir su autoría intelectual al secretario del emperador transmutándolo en filosofo utópico que se ha producido recientemente, hablaremos en el último post de esta serie.
Para saber más, con citas y fuentes:
https://www.eusko-ikaskuntza.eus/es/publicaciones/la-vuelta-de-elkano-el-molesto-triunfo-de-la-gente-corriente/art-24762/?fbclid=IwAR3DPbv6S5doVBefBpQEdMAtrUrMThxMvAgDd1yufqh5d2MBEtwYhfbZOQ4
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