Sí, la respuesta es NO, por muchas páginas de internet e incluso libros que afirman lo contrario. Como en el caso anterior de los Siete Legendarios Cocineros de Grecia.
Los romanos usaban la orina, tras dejarla reposar para que se decantasen las impurezas, para lavar la ropa, ya que la urea de la misma es un poderoso desinfectante y blanqueador. Así aparece recogido en numerosas fuentes, sin que ninguna mencione para nada su empleo en la higiene bucal.
¿De dónde procede entonces esa leyenda? En todas las publicaciones que afirman tal cosa verás reproducido este fragmento de un poema de Catulo que, por supuesto, se copian unas a otras sin investigar más. ¿Para qué?
... en el país de Celtiberia, lo que cada hombre mea, lo acostumbra a utilizar para cepillar sus dientes y sus rojas encías cada mañana, de modo que el hecho de que tus dientes están tan pulidos solo muestra que están más llenos de pis.
Estos versos hay que ponerlos en su contesto: Catulo era un poeta amoroso y satírico, casi pornográfico, del siglo I antes de Cristo. Varios de sus poemas se los dedica a “Lesbia” una mujer de la que, según afirma, en algún momento fue amante, aunque ella luego lo abandonó. Despechado, escribió varios poemas burlescos en su contra y en los de su nuevo compañero, el hispano Egnacio. Veamos los textos completos.
Parroquianos de ese burdel a nueve columnas del templo de Castor y Polux, ¿os creéis que sois los únicos que tenéis polla, que a vosotros solos os está permitido joder a todas las mozas y convertirnos a los demás en cornudos? ¿O es que, porque estáis sentados uno detrás de otro como idiotas, cien o doscientos, creéis que no voy a atreverme a pediros que me la chupéis todos? Pues creedlo: porque pintaré toda la fachada de vuestra taberna con pollas. Pues mi niña, que ha huido de mis brazos, a la que yo quiero tanto como nadie querrá a ninguna, por la que he peleado grandes guerras, se sienta ahí. Todos os la folláis, felices y dichosos, ¡y es de vergüenza!, pero no sois más que unos miserables y unos puteros de callejón; y tú el peor de todos, único entre los barbudos, hijo de la conejera Celtiberia, Egnacio, a quien hace guapo una espesa barba y una dentadura refregada con meado ibérico. (Carm. 37)
Egnacio, por tener blancos los dientes, sonríe continuamente en todas partes. Si se acerca al banquillo de un acusado, cuando el orador provoca el llanto, él sonríe. Si una madre desolada se lamenta junto a la pira de su único y piadoso hijo, él sonríe. Sea lo que sea, dondequiera que sea, ocurra lo que ocurra, sonríe: tiene esa enfermedad ni elegante, según creo, ni educada. Por eso, tengo el deber de darte un consejo, buen Egnacio. Si fueses de Roma, o sabino, o tiburtino, o un ahorrador umbro, o un obeso etrusco, o un lanuvino moreno y de buenos dientes, o traspadano (para mentar también a los míos), o quienquiera que sea que se lava los dientes aseadamente, ni aun así querría yo que tú sonrieras continuamente en todas partes: pues no hay cosa más estúpida que una risa estúpida. Pero, eres celtíbero: en tierra celtíbera, lo que cada cual meó, con eso suele frotarse por la mañana los dientes y las rojas encías, de modo que, cuanto más limpios están vuestros dientes, más cantidad de meado proclamarán que habéis bebido. (Carm. 39)
Lesbia era, en realidad, Clodia, la hermana de Clodio, un poderoso y violento líder político, por eso no se atreve a mencionarla por su verdadero nombre, que es también el de la familia. Egnacio sí es, probablemente, un nombre real, el más antiguo que se conoce de la península que ha llegado hasta la actualidad (Para que presumáis con motivo, Iñaquis ;) ).
Cada cual puede darle la credibilidad que quiera al escrito de un sujeto despechado calificando a su ex de ninfómana y furcia barata. En cuanto a su nuevo compañero, el tal Egnatio, que debía tener una deslumbrante sonrisa, Catulo se burla de él afirmando que la había conseguido porque en su lugar de origen, Hispania, empleaban para lavarse los dientes el mismo procedimiento que usaban los romanos para blanquear sus togas. Por tanto, Clodia al besarlo se estaba restregando la boca sobre sus meados. Eso demuestra que no era un procedimiento común para la higiene bucal, algo que el propio poema reconoce. Nadie emplearía como burla en la actualidad el empleo de pasta dentífrica, por ejemplo.
De acuerdo, puede decir alguien, lo que en realidad dice el poema, específicamente, es que limpiarse los dientes con orina no es una costumbre propia de los romanos (demostrando que no se lo ha leído ninguno de los que lo ponen como prueba justo de lo contrario): “Si fueses de Roma, o sabino, o tiburtino, o un ahorrador umbro, o un obeso etrusco, o un lanuvino moreno y de buenos dientes, o traspadano (para mentar también a los míos), o quienquiera que sea que se lava los dientes aseadamente […] Pero, eres celtíbero: en tierra celtíbera, lo que cada cual meó, con eso suele frotarse por la mañana los dientes y las rojas encías…”. Pero de los hispanos sí.
Pues tampoco. Ninguna otra fuente afirma algo similar. Y disponemos de un extraordinario escritor celtíbero cuyas obras reflejan muchas de las costumbres romanas, incluidas las relacionadas con el cuidado de los dientes: Marcial.
En sus epigramas nos habla del uso de palillos: “El de madera de lentisco es mejor, pero si no tienes, con una pluma puedes escarbar en tus dientes”. O de pastillas masticables perfumadas:"A menudo Mirtale apesta a vino; pero para engañarnos mastica hojas de laurel y mezcla, artera, con el vino, no agua, sino esas hojas “ “Para no apestar, Fescenia, al mucho vino de ayer, te tragas, refinada tú, pastillas perfumadas. Tal desayuno te encubre los dientes, pero no sirve de nada cuando un eructo te sale del fondo de las tripas”. Y también del uso de dientes postizos: “Tais tiene los dientes negros; Lecania, blancos como la nieve. ¿Cuál es la razón? Ésta los tiene comprados, aquélla naturales”.
Ni una palabra sobre la orina ni en él ni en nadie. Plinio, por ejemplo, recomienda el uso de mondadientes, y enjuagarse la boca con vino y agua fría o con infusiones de plantas. También sabemos de la existencia de pastas para limpiar los dientes, que incluían elementos tan dispares como vino, vinagre, miel, cascara de huevo, gelatina, mirra, plantas aromáticas, cenizas, sal, piedra pómez, arena y conchas o cristales machacados como abrasivo. Pero en ningún otro lado salvo en esos dos poemas del despechado Catulo insultando a su ex y a su nuevo acompañante hablan de la orina para otro uso que no sea blanquear la ropa. Incluidos los diversos tratados médicos que nos han llegado.
Así que la conclusión está clara: no. La orina no se usaba con ese fin. Catulo debe estar partiéndose de risa en el Parnaso viendo que la gente sigue creyéndose la ocurrencia que tuvo hace un par de milenios para ridiculizar al tipo que le había birlado la novia.
La desaparición de G+ se ha llevado consigo la inmensa mayoría de los comentarios de los lectores del blog, lo que lamento porque algunos eran realmente interesantes y todos me animaban a seguir.
ResponderEliminarUno en particular me recordaba que en este artículo no mencionaba la cita de Estrabón sobre el uso de la orina para la higiene por los íberos. Como el tema me parece destacable, vuelvo a poner la respuesta:
Geografía III, 4, 16.
“[…] Y el litoral ibérico, que da a nuestro mar abunda en olivos, higueras y otros cultivos semejantes, y también en buena parte de las tierras del interior. En cambio en el litoral del mar exterior, su parte septentrional que da al océano carece de estos productos a causa del frío y en su mayor parte por la indolencia de sus habitantes y por el hecho de que no llevan una vida ordenada sino más bien impulsada por la necesidad y el instinto animal, con costumbres viles, a no ser que se considere civilizado el hecho de lavarse con orina que se ha dejado envejecer en cisternas y de limpiarse los dientes (tanto hombres como mujeres) como según se dice hacen los cántabros y sus vecinos. Algunos afirman que los galaicos no tienen dioses y que los celtíberos y sus vecinos del norte hacen sacrificios a un dios sin nombre […] Y que los vetones cuando entraron por primera vez en un campamento romano, como vieron que algunos de sus oficiales iban y venían por la calle dándose un paseo, los tomaron por locos y los condujeron a sus tiendas, como si no hubiera otra opción que permanecer allí en silencio o estar combatiendo”.
En su contexto:
—La costumbre de lavarse los dientes con orina le parece repugnante, así que una vez más: LOS ROMANOS NO SE LAVABAN LOS DIENTES CON ORINA.
—Respecto a los Íberos, o mejor a los habitantes de la cornisa cantábrica, que es a quienes va dirigida esta diatriba:
• Estrabón nunca estuvo en la península ibérica. Recoge datos de otras fuentes o, directamente, los… “novela”.
• La obra fue publicada en plenas y durísimas Guerras Cántabras, y este párrafo, y muchos otros, son un ejemplo de propaganda de guerra. El enemigo, en contraste con los pueblos “civilizados” (romanizados) del interior y la costa mediterránea, son poco más que animales. Merecen, por tanto, ser masacrados. Es por su bien. Pone diversos ejemplos de estas costumbres “animales” y, como se puede ver el de la orina no es el más infamante ni absurdo ("solo saben estar sentados en silencio —esto está dirigido a una audiencia que considera la dialéctica la parte más importante de la educación y un elemento fundamental de lo que se entiende por cultura y civilización— o combatir. No cultivan, no trabajan, no tienen dioses…"): no son verdaderos humanos.
• Cuando menciona la higiene con orina trasforma la costumbre romana de decantarla en vasijas para eliminar las impurezas y extraer la urea a “usar orina envejecida”. Y no solo se lavan con ella los dientes, sino todo el cuerpo. Conviene detenerse a imaginar la escena. Un pueblo que ni siquiera sabe cultivar ni hacer otra cosa que combatir se dedica a envejecer orina en vasijas para limpiarse con ella en vez de usar el abundante y limpísima agua de la cornisa cantábrica. No se conoce nada similar en ningún lugar del mundo.
• Escribió esto después de Catulo, en un momento en el que la obra de este poeta era muy popular. Y, probablemente, de ahí extrajo la idea en su búsqueda de elementos que justificasen la necesidad de “civilizar” a los cántabros a punta de espada.
• En ningún poblado cántabro se han encontrado restos de vasijas usadas con ese fin. Y la urea deja rastro.
No había mencionado a Estrabón para no alargar el artículo dada mi tendencia a “enrollarme”, pero ya que lo mencionas...