Detective Newton



Isaac Newton es el padre de la física y de las matemáticas modernas, y para muchos, entre los que me encuentro, el mayor genio de todos los tiempos. Pero durante su larga vida, ochenta y cuatro años, este no fue el campo al que dedicó más tiempo de su prodigiosa mente. De hecho, después de publicar los Philosophiæ naturalis principia mathematica se desentendió en gran parte de la ciencia, centrando sus estudios en la teología (era un fervoroso, aunque heterodoxo, creyente) y la alquimia. Pero aún más alejado de ese campo fue su labor como reformador del sistema monetario inglés y como… sí: detective. Y en ambas actividades dejó una impronta que ha llegado hasta nuestros días. 

Con cincuenta y cuatro años abandonó la universidad y aceptó el puesto de responsable de la casa de la moneda, en un momento en que su situación se acercaba peligrosamente al colapso debido a la variedad de monedas, su discutible valor y la abundancia de falsificaciones. Las monedas entonces eran sobre todo de plata y su valor dependía de la cantidad de este metal que contuvieran, algo que había llegado a ser casi imposible de determinar ya que convivían en manos del público monedas antiguas fabricadas a mano y de forma irregular —lo que permitía su fácil falsificación y, sobre todo, el que se recortaran sus bordes para fundirlos y obtener monedas nuevas—, con otras más modernas, todas iguales y perfectamente redondas — lo que dificultaba recortarlas pero no limarlas con el mismo resultado—. Las autoridades británicas, al contrario, por ejemplo, que las españolas, comprendían que la salud de su naciente imperio dependía del buen funcionamiento del sistema monetario y financiero, y por ello solicitaron al que ya era considerado el mayor genio de su tiempo que hiciera frente a la situación.

Newton decidió retirar todas las monedas del mercado y volver a fabricarlas según un nuevo modelo. Para limitar el limado y el recortado añadió a los cantos unos ligeros dibujos geométricos, el llamado cordoncillo, invento del ingeniero francés Castaing, gracias al cual cualquiera podía comprobar fácilmente si la moneda había sido limada solo con observarlo. Esto garantizaba su integridad y por tanto su valor. Además, para eliminar el problema del valor inestable de la plata, propuso el uso de un patrón bimetálico plata-oro. 

Estas innovaciones, naturalmente, no lo hicieron muy popular en los bajos fondos londinenses. Una vez desaparecida la posibilidad de recortar o limar las monedas, solo quedaba su falsificación. Perseguirla formaba parte de las obligaciones del director de la casa de la moneda y aunque Newton al principio se resistió a realizar ese trabajo por motivos morales, no tardó en demostrar su capacidad también para ese campo, deteniendo y haciendo condenar a más de cien falsificadores. Pero este impresionante éxito no hubiera sido posible sin la colaboración de quien, a la postre, terminaría convirtiéndose en su alter ego dentro del mundo criminal: William Chaloner. 

El enfrentamiento entre Chaloner y Newton no fue solo entre un delincuente y un representante de la ley, si no entre dos personalidades y dos formas de inteligencia radicalmente opuestas. Newton era un misántropo solitario, socialmente inadaptado, al que nadie negaba su genialidad pero a quien difícilmente se podía soportar; Charloner era un tipo simpático, extrovertido, jovial, carismático y extraordinariamente sociable. Newton poseía la más increíble inteligencia abstracta y lógica; Charloner era pura habilidad social, lo que ahora se llama inteligencia emocional. Newton era un hombre con profundas preocupaciones filosóficas, religiosas y morales.; Charloner era un embaucador nato, sin la más mínima sombra de un escrúpulo. 

Charloner empezó su “carrera” dedicándose al viejo y noble oficio de delator profesional. Presentándose como un católico convencido partidario del depuesto rey Jacobo, organizaba conspiraciones contra la nueva monarquía para luego vender a sus cómplices a las autoridades. Una idea de la catadura moral del individuo nos la puede dar el hecho de que solía asistir personalmente a las ejecuciones de sus antiguos amigos, a los que él mismo había embaucado, para burlarse de ellos. Gracias a esto y a otras múltiples estafas llegó a reunir una considerable fortuna, además de lograr contactos en círculos cercanos al gobierno y fama de ciudadano respetable y“orangista” leal.


La revolución monetaria de Newton le pareció la oportunidad para cambiar de ámbito de actividad y convertirse en el rey de los falsificadores. Para ello actuó en tres ámbitos: por una parte envió a su socio Holloway para que se ofreciera a Newton como informador, delatando a todos sus competidores; por otra creo su propio método de acuñación, capaz de fabricar monedas falsas casi indistinguibles de las legales, en palabras del propio Newton “peligrosamente eficiente”; y por último intentó infiltrarse en la propia casa de la moneda, proponiendo que Holloway, “el más eficaz perseguidor de falsificadores”, se convirtiera en jefe de investigadores, mientras él trataba (y probablemente conseguía) sobornar a alguien del interior para que le entregase troqueles originales con los que realizar sus falsificaciones. 

Newton, sin embargo, no se dejó engañar, detuvo a Holloway y lo convenció para que testificara contra su jefe. Este respondió contraatacando. Acusó a Newton ante el comité que supervisaba la actividad de la casa de la moneda de mala gestión, asegurando que él era capaz de producir monedas de mejor calidad, más seguras y más baratas, verdadera razón por la cual este lo perseguía con el fin de acallar sus críticas y desprestigiarlo. Por todo ello propuso al comité que fuera destituido y lo nombraran a él nuevo director.


Charloner conocía a Newton y con toda probabilidad debió pensar que aquel bicho raro, asocial y lleno de dudas morales, no tenía nada que hacer ante su don de gentes, sus contactos y su absoluta carencia de principios. De hecho eso es lo que sucede el 99% de las veces. Para confirmarlo, la acusación contra él se hundió. Logró que Holloway, el principal testigo, huyera, por lo que el caso se desestimó y Charloner fue puesto en libertad. Seguro de su triunfo inició un nuevo negocio falsificando pagarés del estado, al tiempo que redoblaba sus ataques sobre Newton al que acusaba, ya de forma pública, de ser un director incompetente, de carácter colérico e inestable, incapaz de controlar lo que sucedía en la casa de la moneda, asegurando que eran sus propios empleados los que robaban los troqueles y las planchas de impresión para venderlas a los falsificadores. Apoyado por sus contactos en la corte debió de pensar en que estaba solo a un paso de tener éxito. 

Nada en la vida de Newton lo había preparado para algo así, pero Newton no era un simple científico raro y sin habilidades sociales, Newton era… Newton. Así que desarrolló un nuevo método de investigación criminal. El académico misántropo al que con frecuencia le resultaba insoportable el contacto con sus semejantes adoptó, por increíble que parezca, diferentes disfraces y se infiltró en las peores tabernas y antros de Londres, donde si lo hubieran descubierto tanto Charloner o sus socios como cualquier otro de la miríada de delincuentes que pululaban por allí, no hubieran dudado un instante en matarlo. Contrató ladrones y prostitutas como confidentes, ofreció sobornos, prometió indultos… un trabajo digno del mejor detective de novela negra. Poco a poco fue tejiendo una red invisible alrededor del confiado Charloner. Gracias a todo esto pudo elaborar un informe demoledor en el que empleó el método científico, relacionando causas y efectos, es decir aplicando por primera vez la moderna criminalística. Con los nuevos testimonios, el informe y el reaparecido Halloway, presentó una acusación contra Charloner que resultaba irrefutable. Este contrató a los mejores y más caros abogados, intentó retrasar el juicio, recurrió a sus contactos en la corte, fingió un ataque de locura… Nada de todo eso evitó que fuera condenado a la horca.


Escribió entonces cartas solicitando su indulto a diversas personalidades, incluido el rey y al propio Newton, demostrando un total desconocimiento del verdadero carácter del personaje, capaz de guardar el más profundo e imperecedero rencor. Fue ahorcado el 22 de marzo de 1699 en la pequeña aldea de Tyburn, lejos de las calles del Londres que había aspirado a conquistar. 

(Según algunos, en este enfrentamiento entre el brillante rey de los bajos fondos con contactos en las altas esferas que finge ser un ciudadano ejemplar y el detective genial y misántropo, se inspiró Conan Doyle para sus personajes de Sherlock Holmes y Moriarty)

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