Entorno cultural y religioso en el que creció Elkano



Decoración de la iglesia de Alaiza, en Álava

La negativa a aceptar la idea de que pueda ser el pensamiento de Elkano la fuente de la utopía de Porné tiene, como ya he dicho, su origen en el desprecio general, antes y ahora, de aquellos que se atribuyen la condición de “élites intelectuales” a todos los que no forman parte de esas “élites”, agravada en este caso por la desaparición de los españoles de la historiografía mundial sobre la primera vuelta al mundo. Pero hay otro factor que impide a muchos considerar siquiera esa posibilidad, que es el arraigado mito histórico de la “profunda religiosidad”, católica, de los vascos.

Este mito nace en el siglo XIX de la mano de la eclosión de los nacionalismos, como tantos otros. En Euskal Herria el principal creador de mitología nacionalista es Sabino Arana, que soñaba en una Euskadi racialmente pura, con una cultura igualmente “pura”, limitada al baserri y a la fe católica. El mito ha arraigado con tal fuerza, dentro y fuera de nuestra tierra, que ha creado un estereotipo de los vascos como gente trabajadora, noble y de mentalidad simple, poco dada al pensamiento intelectual (salvo algún raro mutante, como Unamuno) en el que muchos siguen creyendo.

Por ese motivo considero necesario hacer aquí un inciso para explicar cómo era, de verdad, la sociedad y la cultura vasca en la época en la que vivió Juan Sebastián Elkano, que resulta imprescindible para entender al personaje.

Códice Calixtino

En el siglo XII, los exabruptos del Códice Calixtino contra vascos y navarros, a los que califica, entre otras lindezas, de gente de idioma y cultura bárbaras que, con el beneplácito de los sacerdotes y religiosos locales, cobran a los peregrinos impuestos y tasas contra las normas de la Iglesia, tienen, en este punto, una base bien real. Y es que el País Vasco se dio, hasta la desaparición de los fueros, una anomalía única dentro del mundo católico.

Durante la Alta Edad Media, en todos los territorios cristianos de la península ibérica las iglesias y otros edificios religiosos dependían, según el derecho carolingio y la costumbre visigoda[i], de los nobles o las villas que los hubieran construido. Eran ellos quienes los contralaban, nombraban a los sacerdotes y otros cargos y se beneficiaban de las rentas que producían. Roma y el papado eran solo una autoridad moral, lejana y difusa.

A partir del siglo XI la iglesia católica lleva a cabo la llamada reforma gregoriana, cuyo objetivo era convertir al obispo de Roma en el centro de poder de la cristiandad. En el plano religioso se toman medidas para unificar la doctrina y la liturgia, hasta entonces muy dispar, estableciéndose que era Roma, el papado, la fuente de la que debía emanar esa doctrina. En el plano político se proclama la independencia del papado respecto al Sacro Imperio Romano-Germánico, estableciendo que el papa ya no sería elegido, como hasta entones, por el emperador, sino por el colegio cardenalicio. Y no solo eso, amparándose en un documento, la llamada “donación de Constantino”, con toda probabilidad falso, el papado afirma tener poder sobre cualquier autoridad terrenal, incluido el propio emperador, al que tiene derecho a destituir si no es un “buen príncipe” de acuerdo con los principios cristianos que, naturalmente, decide el propio papado. Se crea, en resumen, la base doctrinal para una teocracia. Esto llevará al cisma con la iglesia oriental, que no acepta esa preeminencia que se arroga Roma, y en occidente a la llamada “querella de las investiduras” entre el papa y el emperador, que marcará la historia de ambas instituciones durante los siguientes siglos y que llevará finalmente, como ya he explicado antes, al colapso del Sacro Imperio.

En el plano económico, que siempre es fundamental, Roma afirma tener derecho sobre todas las iglesias e instituciones religiosas, siendo ella la única que puede nombrar a sus titulares. Y digo que esta es una reforma económica porque las iglesias, las parroquias, eran la mayor y mejor fuente de recaudación de tributos (y de control político de la población) en aquel momento, gracias a la adscripción de esa población a las parroquias y al pago de los diezmos.

En la península ibérica esta reforma ira avanzando a trompicones. La condición de los reinos cristianos de frontera contra los musulmanes hará que estos exijan, y obtengan, de Roma toda una serie de concesiones que no se dan en otros lugares[ii].

En cuanto al territorio vasco, la reforma gregoriana, simplemente, no se aplica.

Amparándose en sus fueros, la nobleza y las villas mantienen su control sobre las parroquias y otras instituciones religiosas[iii]. Es por ese motivo que no se establecerá ninguna sede episcopal en el País Vasco hasta la derogación de sus fueros, ya que estas no dispondrían de recursos con las que mantenerse. El territorio es dividido en arcedianazgos que dependían, nominalmente, de los obispados limítrofes, con los que se llegó a diversos acuerdos según cada territorio[iv]. La situación era especialmente extrema en lo que ahora son las provincias de Bizkaia y Gipuzkoa. El fuero de Vizcaya, en su capítulo 215, se lee: «Otrosí dijeron que por cuanto antiguamente había de fuero e uso e costumbre que en el dicho condado no entrasen ni el obispo, ni sus vicarios nin otro, ni se publicasen sus cartas desaforadas…[v].» Es decir, prohíbe la entrada del obispo de Calahorra, del que, en teoría, dependen, y de cualquier representante suyo, así como la lectura y publicación de sus cartas e instrucciones pastorales. El territorio, aunque nominalmente católico, funciona, de hecho, totalmente al margen de Roma, lo cual sorprende, e indigna, al autor de Códice Calixtino.

Decoración del ábside de la iglesia de Alaiza sobre el altar

Los nobles y las villas no solo recaudan, y se quedan con los diezmos y otros ingresos de las parroquias e instituciones religiosas (incluidas las tasas a los peregrinos), base real del conflicto, sino que nombran a personas de su confianza para dirigirlas. Estas personas solían tener escasa, o nula, preparación religiosa, con lo cual, si la cualificación y preparación de los sacerdotes y clérigos en general en el mundo católico, hasta la contrarreforma, solía ser escasa, aquí era casi inexistente[vi]. Todo esto trae como consecuencia una general ignorancia en materia religiosa de la mayoría de la población[vii]. El principal, y en muchos aspectos único, elemento real de unión con la Iglesia oficial lo constituyen las órdenes monásticas, como los franciscanos, que supieron adaptarse a la idiosincrasia local. Su labor benéfica era muy apreciada por la población y un elemento fundamental para el mantenimiento de la paz social. Los franciscanos eran muy críticos con la opulencia y corrupción de los príncipes y la jerarquía de la Iglesia, y de la orden surgieron varias corrientes consideradas heréticas, entre otras los Joaquinistas o los Fraticelli en el siglo XV. La simpatía de Elkano por esa orden queda claramente reflejada en su testamento.

El establecimiento de la inquisición en Calahorra romperá esa dinámica. La inquisición se atribuye poderes por encima de cualquier ley terrenal, incluidos los fueros, motivo por el que los monarcas impulsaran su desarrollo como forma eficaz de controlar el territorio. Los escritos de los primeros inquisidores que recorren el país nos dejan claro cuál era la situación en la época en la que vivió Elkano. En 1539 el inquisidor Valdeolivas envía una carta al consejo central de esta institución en la que, entre otras cosas, se puede leer:

«Como en este Condado no entra visitador del prelado hay blasfemias grandes hereticales y proposiciones heréticas y adivinaciones con invocación al demonio, y he hallado hombres de noventa años que no saben el avemaría ni santiguarse…[viii]»

Auto de Fe de la inquisición de Calhorra en 1610

Aunque la imagen que tenemos todos de la inquisición en el País Vasco es la de los procesos contra las brujas que, en realidad, no eran sino una forma de persecución de las muchas reminiscencias de paganismo que pervivían en el territorio, el principal objetivo de esta institución no fue ese. El Santo Oficio veía a las provincias vascas como una puerta a Europa por la que se temía que llegasen las ideas de la reforma protestante, especialmente dada su débil cristianización. Su labor se centrará en evitar la entrada de libros prohibidos y de “misioneros” a través de los Pirineos y de los puertos, que mantenían un activísimo tráfico comercial con el norte de Europa.

Estas actuaciones estarán siempre rodeadas de polémica, con continuas quejas de las autoridades locales por lo que consideran “contrafueros” y de los propios inquisidores por la escasa colaboración de dichas autoridades, por lo desagradable del clima y el territorio, y por la hostilidad de la población. La necesidad de hacer frente a esos problemas, así como disponer de gente que conociera el idioma, hará que opte por crear una fuerte red local, especialmente en los puertos, de “comisarios”, generalmente clérigos, apoyados cada uno de ellos por un círculo de “familiares” legos que actuaban como delatores y vigilaban a sus vecinos. Ambos grupos disfrutaban de grandes privilegios, como exenciones de impuestos o el derecho a llevar armas, y eran odiados por el resto de la población[ix].

El número de incidentes llegó a ser tan elevado que cuando el inquisidor Ybarra visitó Vizcaya la Suprema le aconsejó prudencia en temas como el “pecado nefando”, la bigamia, amancebamientos, adulterios, incestos, juramentos, blasfemias, o usura. E incluso escribió a los inquisidores de Calahorra: «Os advertimos mucho de que no os entrometáis en los casos de los ordinarios, sino solamente en los concernientes a la Inquisición, conforme a derecho y a las instrucciones del Santo Oficio.[x]» ¿Cuáles eran esos casos? Pues, como ya he explicado, la persecución de las ideas heréticas.

El tribunal de Calahorra se muestra como el más activo contra el protestantismo en España. Por una parte se vigilaba atentamente a la nutrida colonia extranjera residente en los puertos, así como a los comerciantes y marineros de paso, y contra ellos se abrieron numerosos procesos por herejía. Pese al tópico popular, estos procesos muy raramente acaban en la hoguera, salvo casos extremos como el de Juan Tac, sino en la humillación pública y la imposición de sanciones económicas a los reos. Esto motivó que las autoridades de estos puertos y de las provincias, preocupadas e irritadas por las represalias que sus propios comerciantes y marinos sufrían en los lugares de origen de los condenados, elevaran continuas quejas sobre la actuación de los inquisidores, a los que calificaban de simples «sacadineros», y que trataran de entorpecer todo lo posible su labor.

Los inquisidores, por su parte, no dejaban de mostrar su preocupación por la penetración en los puertos de ideas heréticas. El inquisidor Ybarra afirma que de los 6.000 residentes en Bilbao en 1547, 500 no se confesaban[xi]. Este era un dato que se empleaba para localizar a los luteranos y otros protestantes, ya que uno de los sacramentos que estos rechazaban con más fuerza era el de la confesión.

Junto a las personas, la otra forma de vigilar la introducción de ideas heréticas eran los libros, en los que no se hacía mucha distinción entre erasmismo, iluminismo o luteranismo[xii]. Son continuas las aprensiones de alijos de libros prohibidos en los puertos, señal, si funcionaba como cualquier otro contrabando, de un tráfico activísimo de este tipo de mercancía, porque lo normal es que solo se intercepte una fracción del total. El hecho de que este comercio fuera ilícito nos impide conocer quiénes eran los destinatarios finales de esta literatura, salvo algún caso singular.

Lutero defiende sus ideas en la dieta de Worms ante Carlos V

Uno de estos fue el apresamiento en 1523 por un corsario de Pasajes de un navío francés. Entre la mercancía capturada que se consignó para su venta figuraba un arca llena de obras de Lutero[xiii]. Cuando la Inquisición de Calahorra fue informada y envió agentes para incautarlas, descubrieron que ya se habían distribuido. Se inicia entonces una gran investigación para localizar tan peligrosa mercancía, que se prolongará durante más de un año, ya que se encontraron ejemplares por toda Bizkaia y Gipuzkoa, y no solo en la costa, sino muy al interior. Entre los receptores hay clérigos, escribanos, bachilleres, comerciantes… Esto nos habla de un verdadero interés en el territorio por las nuevas ideas que, en realidad, resulta muy lógico. Ya hemos comentado que la cornisa cantábrica era, en aquel momento, la punta de lanza de Europa en tecnología y ciencia naval, así como en otros aspectos, y ese tipo de desarrollo siempre va unido a una creciente inquietud cultural e intelectual. Esto, unido a la escasa presencia de la Iglesia oficial, al continuo contacto con el norte Europa y a que la jerarquía eclesiástica y la propia inquisición eran percibidos como elementos ajenos e impuestos, hacía de esta una tierra ideal para que fructificasen ideas nuevas, de lo cual era perfectamente consciente el Santo Oficio.

En 1524 Martín de Salinas, representante del infante don Fernando ante Carlos V, menciona en una carta que en el registro de una nave en San Sebastián se encontraron escondidos en dos toneles un gran número de libros luteranos, de los cuales una parte ya había sido distribuida. Añade que en San Sebastián «hay tanta memoria de lo de Lutero que de otra cosa no se habla[xiv]

Si comprendemos que este es el ambiente en el que vivió Juan Sebastián Elkano, la utopía de Porné y otros elementos de su historia cobran mucho más sentido.


[i] CATALÁN, E (2013). De la Décima al Subsidio… p.349.

[ii] Ibidem. p.345-350.

[iii] GARCÍA, E. (2007) Iglesia, religiosidad y sociedad en el país vasco... p.121 y siguientes.

[iv] Ibidem. p. 350-351.

[v] Fuero Viejo de Vizcaya. Imprenta de José de Astuy. Bilbao. 1909. p. 205.

[vi] Véanse las pinturas de Nuestra Señora de la Asunción de Alaitza, en Álava, y las “pinturas rojas” en general, para entender de lo que hablo.

[vii] REGUERA, I. (1984) La Inquisición española en el País Vasco. p.28.

[viii] Ibidem.

[ix] Ibidem. p. 49-59.

[x] Ibidem. p.112.

[xi] Ibidem. p.148.

[xii] Ibidem. p.126.

[xiii] Ibidem. p.132.

[xiv] Ibidem. p.135.

https://www.eusko-ikaskuntza.eus/es/publicaciones/la-vuelta-de-elkano-el-molesto-triunfo-de-la-gente-corriente/art-24762/?fbclid=IwAR3DPbv6S5doVBefBpQEdMAtrUrMThxMvAgDd1yufqh5d2MBEtwYhfbZOQ4

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