Proyecto Azorian; el Gran Engaño

Hoy vamos a hablar de la mayor operación, conocida, de desinformación y manipulación de la opinión pública practicada por los servicios secretos y los medios de comunicación norteamericanos hasta la fecha: el Proyecto Azorian. Pero para comprender lo sucedido es preciso conocer las circunstancias en las que se llevó a cabo, y es por eso que este articulo será un poco más largo de lo habitual.


Los antecedentes

1968 fue un año convulso y extraordinario, como toda aquella década de los sesenta, repleta de cambios sociales, de avances tecnológicos, de momentos de gloria, de tragedias, de complots y de farsas. Comenzó con la captura el 23 de enero del barco de reconocimiento (o de espionaje, ya se sabe que en estas cosas todo es cuestión del punto de vista) estadounidense USS Pueblo por Corea del Norte. Un incidente que marcó uno de los momentos más álgidos de la Guerra Fría, superado solo, quizás, por la Crisis de los Misiles de Cuba y Turquía, y que estuvo a punto de provocar un choque directo entre la armada americana y la armada soviética.

De hecho, y aunque nuestra condición de aliados fieles del bloque occidental hace que solo recordemos las pérdidas del bando contrario, ese año desaparecieron en el mar, además del K-129, el protagonista de esta historia, otros tres submarinos: el EN S Dakar Israelí, el Minerve francés, y el incidente más grave de todos, el del submarino de propulsión nuclear americano USS Scorpion, hundido a 400 millas náuticas al suroeste de las Azores, y cuyos restos aún siguen bajo el mar.


El submarino

Al contrario de lo que se puede leer en muchos sitios, el K-129 no era un submarino de propulsión nuclear, sino que navegaba con motores eléctricos y diésel, pero sí que transportaba misiles nucleares del tipo R-21. Se trataba del primer misil capaz de ser lanzado desde un submarino sumergido, con un alcance de 1.500 Km. y cargados con una cabeza nuclear de un megatón, 63 veces la potencia de la bomba que arrasó Hiroshima. Una pesadilla para los Estados Unidos.


El capitán y parte de la tripulación del K129

El submarino tampoco era nuevo, ni su dotación novata. Había sido botado en 1959 y modernizado y dotado de misiles nucleares en 1967, al igual que muchos otros submarinos del mismo tipo. A su mando estaba el capitán ucraniano Vladimir Kobzar, de 38 años y con gran experiencia en este tipo de misiones, al igual que su tripulación. Contaba con la máxima confianza de sus superiores hasta el punto de que, tras este viaje, iba a dirigir un escuadrón de submarinos desde un despacho.

La misión

Su tarea era, en principio, rutinaria. La URSS siempre mantenía varios submarinos navegando en aguas internacionales, pero con los Estados Unidos a “distancia de tiro” de sus misiles, como parte de la estrategia de disuasión conocida como “destrucción mutua garantizada”. Pero en este viaje hubo muchos elementos extraños. Zarpó apenas mes y medio después de regresar de su última misión, algo absolutamente inusual, y llevaba a bordo 98 hombres, cuando su dotación habitual era de 83. ¿Quiénes eran esos otros 15 tripulantes de los que, aún hoy, nada se sabe? En algunos medios rusos los calificaron, y aún siguen haciéndolo, como “marineros aprendices en prácticas”. Un incremento de la tripulación de casi un 20% en un submarino donde el espacio, la comida y el propio aire son siempre limitados y uno de los mayores condicionantes de la navegación, supone un problema serio, y solo un motivo de gran importancia justificaría que se tomara una decisión así. A esto hay que añadir que el submarino zarpó sin que en el puesto de mando de su escuadrón tuvieran un listado de la tripulación, algo no solo inusual e irregular, sino prohibido directamente por las ordenanzas militares.

Submarino soviético del mismo tipo que el K129

Este tipo de submarinos debía emerger cada 12 horas para recargar las baterías eléctricas con los motores diésel, y aprovechaban estas emersiones para realizar semanalmente comunicaciones encriptadas por radio con su base. También debían ponerse en contacto al cruzar el meridiano 180º y al alcanzar su zona de patrulla. Pero el K129 tenía órdenes diferentes en aquella misión: viajaría sumergido durante las dos primeras semanas sin emerger para recargar las baterías ni establecer contacto. Para ello usaría el sistema de navegación conocido en occidente como UDP, "Underwater Diesel Power", que, como su nombre indica, permitía a los submarinos poner en marcha sus motores diésel bajo el agua. Un método de navegación muy ruidoso, que facilitaba su localización por los aparatos de sonar siempre que estuvieran en sus proximidades, pero que en la inmensidad del océano hacía más difícil que fueran detectados.

El motivo de esta orden era evitar que los norteamericanos, que con sus propios submarinos y otros medios vigilaban siempre la base de Kamchatka, pudieran seguirlo. En las misiones normales eso no era algo que preocupara especialmente al almirantazgo soviético, al contrario. El objetivo de estas patrullas es que los americanos tuvieran claro que en todo momento había misiles apuntándolos desde múltiples lugares. Otro motivo para evitar esta forma de navegación era su peligrosidad. El que al K129 se le ordenara navegar así vuelve a dejar en evidencia que aquella no era una misión de rutina.

Por último, sus restos fueron encontrados, según los norteamericanos, casi 400 millas al sur de la ruta que le habían asignado oficialmente, razón principal por la que los soviéticos no consiguieron dar con él. ¿A qué se debió este cambio de rumbo?

El 24 de febrero el K129 realizó una serie de inmersiones de prueba, y comunicó que todo iba bien. A partir de ahí, el silencio.


La desaparición

El 8 de marzo tenía programada su primera comunicación con la base, pero no se produjo. Esto no era nada extraño, las circunstancias de la navegación, las inclemencias meteorológicas o la presencia en la zona de otros navíos podían hacer que el capitán tomara la decisión de posponer la emisión. El día 9 tampoco hubo noticias, ni el 10... A mediados de mes, alarmados, los mandos de la flota de Kamchatka decidieron romper el silencio de radio y efectuaron varias emisiones ordenándole ponerse en contacto de forma inmediato o regresar a la base. No hubo respuesta.

El K129

La tercera semana de marzo, el USS Barb, el submarino norteamericano en aquel momento de guardia frente a la base naval de Kamchatka, observó asombrado como zarpaba una flota completa de cuatro submarinos, navegando en superficie y sin mantener el silencio de radio. Poco después les siguieron destructores, fragatas, dragaminas y una multitud de diversos barcos de apoyo... todos se fueron desperdigando a lo largo del Pacífico, mientras llamaban por su nombre en clave a un barco que jamás les respondía. El nombre en clave que se le había asignado al K129 para esa misión. Un nombre en clave de lo más evocador: “Estrella Roja, responda”, emitían sin cesar las radios de la flota soviética.

Era la mayor operación de rescate marino de la historia de la Unión Soviética. Hidroaviones sobrevolaban el océano tomando fotografías, los barcos hacían funcionar sus sónares sin ningún tipo de precaución... Pero la zona de búsqueda era inmensa, las condiciones del mar pésimas y la profundidad del océano en algunos puntos superaba los 6.000 metros. Tras semanas de búsqueda se dieron por vencidos y 6 meses después el K129 fue declarado oficialmente desaparecido.


Los chicos listos (The smart boys)

Entretanto los norteamericanos, que no hubieran podido evitar percatarse del despliegue soviético ni aunque estuvieran ciegos, iniciaron su propio operativo de búsqueda, que ellos sí fueron capaces de culminar con éxito.

Esquema del funcionamiento de un sistema de hidrófonos.

Oficialmente esto se logró gracias a su red de hidrófonos desplegada a lo largo de toda su costa del Pacífico, incluida Hawái. Este sistema les permitía escuchar sonidos bajo el agua y era utilizado para identificar barcos, y sobre todo submarinos, soviéticos. Cada submarino emitía al navegar un “ruido” particular, su huella sónica, que los norteamericanos se esforzaban en grabar para luego poder identificarlo y seguirlo. Sin embargo, al comprobar los registros de los hidrófonos de las semanas anteriores a la operación de rescate soviética, no encontraron ninguna “huella sónica” del K129. Esto quizás fuera debido a que navegó usando es sistema de navegación UDP, que alteraba su huella sónica habitual, o a la escasa precisión que en realidad tenía el sofisticado, y carísimo, sistema. Tampoco se había reportado ningún suceso extraordinario esos días.

Conscientes de que el problema podía estar en que los operadores no sabían en realidad lo que estaban buscando en el momento de producirse los hechos, decidieron revisar manualmente todos los datos recogidos en las semanas previas a la desaparición del K129. Pero eso suponía una labor ingente. Los hidrófonos registraban millones de sonidos que eran filtrados automáticamente en busca de las huellas sónicas conocidas de buques enemigos. Examinar manualmente todos los sonidos en todo el océano Pacífico durante semanas era imposible. Entonces “alguien” propuso acotar la zona de búsqueda a un área mucho más reducida, en la que “se creía” había desaparecido el submarino. Gracias a eso se revisaron los datos solo de esa zona en concreto y se descubrió que muy cerca del punto donde se cruzan el meridiano 180º con el paralelo 40º (en realidad la ubicación sigue siendo secreta, no se sabe si estos datos son exactos o, siquiera, verdaderos) se habían registrado dos sonidos concordantes con choques o explosiones submarinas: el primero 30 segundos después de la medianoche entre los días 10 y 11 de marzo, y el segundo seis minutos después. No eran similares a los de un volcán, un terremoto o cualquier otro sonido natural registrado, por lo que su origen debía ser considerado humano. Los analistas dedujeron que esa era la señal producida por el K129 en el momento de hundirse. La primera explosión correspondería con el accidente, y la segunda al choque del submarino con el fondo del mar.

Gracias a su impresionante e innovadora tecnología, los estadounidenses habían descubierto en apenas unos días cuándo y dónde se hundió el submarino que sus atrasados y torpes rivales soviéticos habían perdido y no habían sido capaces de encontrar. Como en el mejor guion de una de las muchas películas de propaganda de la época.


La causa

Las teorías sobre la causa del hundimiento del K129 son innumerables, casi tantas como cosas pueden salir mal en un submarino repleto de armas convencionales y nucleares. Pero si lo que contaron los norteamericanos sobre las dos explosiones es cierto (y en este punto no tendrían motivo para mentir) podemos descartar todas las relacionadas con fugas de distintos gases o sustancias tóxicas, así como las averías mecánicas, y centrarnos en aquellas capaces de producir una explosión: las baterías, las armas que transportaba y, en un submarino, casi una docena de componentes más, aparte de la colisión con un elemento externo... o un ataque enemigo.
Pero, antes que nada... ¿cómo dedujeron los americanos en qué zona exacta debían centrar sus esfuerzos de búsqueda? Ese es el dato fundamental que le falta a su historia de los hidrófonos.


¿El culpable?

Este no fue ni el primer ni el último caso en que la armada soviética perdió un submarino, ni la estadounidense, pero sí el único en que, desde entonces y hasta el presente, culpó de su hundimiento a los norteamericanos. Y el principal sospechoso era el submarino de propulsión nuclear Swordfish, (sí, como la película de Hallen Berry y Travolta) que poco después arribó a Japón para efectuar reparaciones de emergencia.


Sus rivales lo negaron categóricamente, alegando que el Swordfish navegaba en el momento del hundimiento del K129 a mucha distancia de aquellas aguas, frente a Corea, y que solo presentaba daños en la “vela” y el periscopio. Algo que aún se puede leer en la mayoría de las publicaciones sobre este asunto. Y aquí llegamos a la importancia del lenguaje. Para los legos puede parecer que los daños en la “vela” de un navío son algo menor, incluso habitual... salvo porque los submarinos, naturalmente, no tienen velas. “Vela” es como se denomina a lo que el público en general conocemos como torreta, y eso es lo que tuvo que acudir a reparar de urgencia el Swordfish. Y los daños no debían ser tan leves como se ha tratado de hacer creer, ya que en mayo de ese año los ecologistas japoneses protestaron porque el Swordfish había liberado contaminantes radioactivos en el puerto de Sasebo, donde estaba amarrado, algo que confirmaron las mediciones de las autoridades japonesas, aunque los americanos siempre lo negaron, aportando sus propias mediciones. El gobierno japonés protestó oficialmente ante el norteamericano y su primer ministro declaró que los barcos nucleares estadounidenses ya no podrían hacer escala en los puertos de Japón a menos que se permitiera antes a las autoridades de este país inspeccionarlos para garantizar su seguridad.


En medio de la polémica, el USS Swordfish SSN 579 zarpó discretamente y regresó a su base, de la que no volvió a salir hasta año y medio después.

Que un submarino choque y sufra daños es algo que aún sigue pasando hoy en día, con sistemas de navegación infinitamente superiores a los de esa época, pero suele ser contra el fondo marino o contra algo situado en su trayectoria, por lo que lo normal es que las partes dañadas sean la quilla o la proa. La torre y el periscopio solo pueden impactar contra algo que esté sobre él submarino en alta mar, lo cual reduce la lista a, prácticamente, tres posibilidades: un barco, otro submarino o un bloque de hielo. Y eso fue precisamente lo que los americanos alegaron y los soviéticos nunca se creyeron; que chocó con un bloque de hielo a la deriva.

La explicación, desde luego, es un tanto extraña. Conscientes de los peligros que supone la emersión, y la superficie en general, para un submarino, estos han estado siempre dotados de aparatos que les permiten detectar lo que flota sobre ellos, por lo que si el Swordfish chocó de verdad contra un iceberg debía estar dirigido de forma tan incompetente, por lo menos, como el Titanic. Y no consta que después del accidente su oficialidad fuera depurada. Además, no abundan los icebergs en las aguas entre Corea y Japón.


Por aquel entonces los americanos y los soviéticos practicaban un peligroso juego en las profundidades. Los submarinos sumergidos podían detectar, gracias al sonar y a los aparatos de escucha, lo que se encontraba frente a ellos, sobre ellos, bajo ellos y a sus lados, pero no lo que estaba detrás, ya que el ruido de los motores, de las hélices y la distorsión en el agua provocada por la estela del barco inutilizaban los sonares. Aprovechando esa circunstancia, cuando un submarino localizaba a otro de la potencia rival procuraba ponerse a su popa navegando en silencio, para así seguirlo sin ser descubierto.

La única forma que tenía un submarino de averiguar si llevaba a otro pegado a su cola era darse la vuelta y enfocarlo con el sonar. El problema era que, en la mayoría de los casos, el perseguidor detectaba el movimiento apenas iniciado, e imitaba su maniobra para permanecer oculto a su popa. Si todo esto no era de por sí lo bastante peligroso, con dos submarinos pasando a muy pocos metros, uno guiándose tan solo por la posición de su oponente que le transmitía el sonar y el otro sin saber siquiera si había alguien tras él, los rusos añadían un factor de riesgo más. Practicaban una maniobra que los norteamericanos denominaban "Crazy Ivan", “El Loco Iván”, ignoro como denominarían estos a la equivalente de sus rivales, quizás *#Ç@Ƃ⊖∏Ⱥɀ*# Yanki o algo por el estilo. Consistía en girar bruscamente 180 grados y acelerar, con el fin no solo de ver si alguien los seguía antes de que este pudiera reaccionar, sino también de sobrepasarlo y ponerse a su propia popa para hacerse invisible a su sonar y escapar de su perseguidor. Como es lógico, en más de una ocasión se registraron incidentes. Quizás el Swordfish cometió un error de cálculo mientras perseguía al K129 y lo embistió, que es lo que siempre han sostenido los rusos, o quizás este práctico un Crazy Ivan que salió terriblemente mal. El caso es que chocaron y el K129 se llevó la peor parte.


El Swordfish. por otra parte, tenía un ámplio historial de asumir grandes riesgos. Era, en efecto, uno de los submarinos que solía rondar entorno a la base naval de Kamchatka, vigilando el movimiento de los barcos soviéticos, y en 1963 se había metido en medio de un ejercicio de guerra antisubmrina en el que estuvieron muy cerca de hundirlo, pero que permitió a Estados Unidos reunir valiosa información sobre las capacidades reales de su enemigo en ese área. También fue el primero que logró fotografiar un submarino de propulsión nuclear soviético del tipo que los americanos denominaban "Yankee". Por ambas acciones la tripulación fue condecorada. En 1965 el USS  Swordfish. obtubo la Navy Unit Commendation por una serie de operaciones especiales que había realizado.

Los soviéticos culparon a los norteamericanos no tanto por el hundimiento en sí como por no haberlos avisado del incidente, impidiéndoles acudir al rescate de sus compañeros y condenando a sus familias a años de incertidumbre y angustia. No es esa la costumbre entre los hombres del mar, incluso en tiempos de guerra, ya sea fría o caliente, y ellos afirman no haber actuado nunca de esa forma. Esa es la versión oficial tanto de los soviéticos en su día como de los rusos ahora: el K129 estaba realizando una misión de patrulla normal y fue hundido por el Swordfish de forma accidental.

No he podido encontrar niguna imagen de los daños sufridos en la "vela"por el Swordfish. Esta es del submarino americano USS Baton Rouge, tras colisionar con otro soviético durante una persecución.

Esto nos lleva a otro de los innumerables puntos oscuros de esta historia. Según el relato oficial norteamericano, sus hidrófonos detectaron la explosión, o el choque, que corresponde al momento del hundimiento del K129 la media noche entre el 10 y el 11 de marzo. El K129 debería haberse puesto en contacto el día 8 de ese mes con su base, pero no lo hizo, ni tampoco el 9 ni el 10. ¿Por qué se mantuvo en silencio si no se hundió hasta el día 11? Una posible explicación es que sospechara que alguien lo seguía y tratara durante varios días de librarse de él. Una de las causas por la que los capitanes de la flota de submarinos soviética tenían órdenes de no realizar las comunicaciones obligatorias era si consideraban que el hacerlo podía revelar su posición.

Tras la caída de la URSS militares norteamericanos se desplazaron a la nueva Rusia de Boris Yeltsin para interesarse, entre otros temas, por la suerte de sus prisioneros de guerra desaparecidos en Vietnam, ya que se creía que los rusos, como principal aliado de los vietnamitas, podían tener información al respecto. Estos les preguntaron a su vez por lo sucedido con el K129, y se mostraron indignados cuando volvieron a negar su responsabilidad y afirmaron que la misión de rescate había sido un fracaso y que solo se habían recuperado cuatro cadáveres de la tripulación. Para tratar de calmar los ánimos les entregaron una grabación del respetuoso entierro en el mar de dos de los tripulantes, pero nada de eso convenció a los rusos. En 1.999, el mismo año en que Putin fue designado por Yeltsin para presidir el gobierno, durante la última reunión en que se discutió ese tema, los rusos acusaron directamente a los estadounidenses de estar mintiendo.

La verdad, este comportamiento de los rusos parece bastante sobreactuado. A fin de cuentas, podían sospechar que el motivo del hundimiento había sido una colisión con el Swordfihs, pero no tener la certeza de que eso fue lo que sucedió...

¿O sí?


El Espía

En 1967 un hombre, de aspecto tan anodino que no llamó la atención de los agentes del FBI que vigilaban las 24 horas el edificio, entró por la puerta principal en la embajada de la URSS en Washington D.C. y pidió hablar “con alguien del KGB”. Se trataba de John Walker, suboficial de la marina estadounidense especialista en encriptación, asignado al centro de comunicaciones de la fuerza submarina americana, por cuyas manos pasaban todas sus comunicaciones encriptadas.


Era el principio de lo que Caspar Weinberger, el secretario de defensa de Ronald Reagan, calificaría como “el caso de espionaje soviético más dañino de la historia”. Él y la red de suboficiales que creó, gracias a sus bajos puestos en el escalafón militar, consiguieron evitar sin problemas durante años a los servicios de contraespionaje de la marina y del FBI, que centraban sus esfuerzos de vigilancia en los oficiales y mandos, y para los que los simples miembros de la tropa resultaban invisibles.

Las razones que impulsaron a este hombre de 30 años, padre de cuatro hijos y miembro activo de la ultraconservadora John Birch Society a espiar para los comunistas eran puramente económicas: él también quería su porción del “sueño americano”, y ya se había dado cuenta de que lo de trabajar duro y tener iniciativa no funcionaba. Durante casi dos décadas, entre 1967 y 1985, vendió a la Unión Soviética más de un millón de mensajes cifrados de la marina estadounidenses, incluidos la práctica totalidad de los de su arma submarina, además de entregarles las claves para descifrar los mensajes que ellos mismos interceptaran.

Según afirmó la acusación cuando fue juzgado, veinte años después, él fue quien facilitó a los soviéticos la información sobre el USS Pueblo, y estos se la pasaron a Corea del Norte, instándoles a capturar el barco. El objetivo era hacerse con los decodificadores que transportaba, ya que para poder descifrar los mensajes de la marina norteamericana se necesitaban no solo las claves y tarjetas que Walter estaba dispuesto a vender, sino también los aparatos criptográficos, y este no podía conseguirlos.
Walker cuando se alistó en la Marina, mientras vendía información a los soviéticos y durante el juicio tras ser delatado por su ex-esposa. Qué carita de no haber roto nunca un plato.



La captura del USS Pueblo

El 23 de enero, el “barco de exploración oceanográfica” USS Pueblo navegaba frente a las costas de Corea del Norte, en aguas internacionales según los norteamericanos, dentro de sus aguas territoriales según los norcoreanos, cuando fue interceptado por buques y aviones de guerra de ese país. Al parecer, el plan original, preparado para hacerse con el barco en apenas unos minutos, antes de que su tripulación pudiera deshacerse o destruir los decodificadores o de que la Séptima Flota acudiera en su auxilio, consistía en enviar unos falsos pesqueros a faenar en sus proximidades que se acercarían al USS Pueblo fingiendo que este se había enredado en sus redes o un incidente similar. Entonces lo abordarían por sorpresa, mientras patrulleras y aviones norcoreanos acudían rápidamente en su ayuda para escoltar el barco a puerto. Pero la verdad es que la operación de captura fue una de las mayores muestras de incompetencia militar que pueda uno imaginarse, y mira que en ese terreno es difícil destacar. Y una demostración más del abismo que separa la realidad de las películas y novelas militares y de espías.

La tripulación del USS Pueblo tras ser capturada

Los falsos pesqueros estuvieron dando vueltas alrededor del barco sin decidirse a actuar, consiguiendo solo despertar la suspicacia de los marinos norteamericanos. Entonces los norcoreanos enviaron a las patrulleras y a los aviones que tenían preparados, y el USS Pueblo inició una huida que se prolongó durante nada menos que tres horas. En todo ese tiempo la tripulación no fue capaz de hacer uso del armamento con el que estaba dotado el navío norteamericano, porque, por increíble que parezca, nadie había recibido entrenamiento para su manejo, y sus oficiales, convencidos de que Séptima Flota acudiría en su ayuda, no se decidieron a destruir los valiosos equipos de encriptación. Cuando la captura era inminente y se dispusieron a hacerlo, presas del pánico, intentaron romperlos a golpes, sin el menor éxito, en vez de arrojarlos al mar. En cuanto a la Séptima Flota, uno de cuyos grupos de combate estaba estacionado en Japón, justo frente a Corea, y a la que repetidamente pidieron ayuda, fue incapaz de organizarse para enviar un solo barco o avión. Así, a la humillación de la captura se unió una demostración de ineptitud que ridiculizó a la armada y soliviantó los ánimos de su oficialidad.

Para calentar aún más el ambiente, los servicios de “inteligencia” americanos aseguraron que habían sido los soviéticos quienes habían organizado y dirigido la captura de su “barco de exploración oceanográfica”, algo que estos negaron rotundamente. En realidad era cierto, pero ellos no lo sabían. Lo dijeron solo para desviar la atención de su incompetencia y porque consideraron que para la opinión pública iba a ser menos traumático pensar que los responsables de aquella humillación habían sido los perversos rusos, europeos al fin y al cabo, que la diminuta Corea del Norte. Y los rusos mintieron aún más, negando indignados la acusación cuando sabían perfectamente que era cierta.

El USS Pueblo exihibido en Corea del Norte

Volviendo al tema del K129. En el USS Pueblo, se encontraron nada menos que 19 dispositivos criptográficos del tipo Orestes, los utilizados por toda la marina de Estados Unidos para encriptar y desencriptar sus comunicaciones, parte de los cuales los norcoreanos entregaron a sus aliados chinos y rusos. Pese a esta pérdida, el dispositivo no fue reemplazado por la armada americana. La Agencia de Seguridad Nacional (la famosa NSA) convenció al presidente Lyndon Johnson de que nadie podría descifrar las comunicaciones sin las tarjetas de lectura y las "claves". Tarjetas y claves que Walker vendió puntualmente a los soviéticos durante los siguientes 18 años.

En palabras del secretario de la armada John Lehman, la red montada por John Walker, conocida como The Walker Ring “permitió a los soviéticos conocer en todo momento dónde se encontraban los submarinos americanos”.

Así que los rusos sí podían saber con certeza si el K129 fue hundido por el USS Swordfish.


¿La venganza?

Anatoliy Shtyrov subdirector de “inteligencia” (solo a un grupo de gente tan pagada de sí misma como los espías es capaz de crear a James Bond como reflejo suyo y llamar a su labor “inteligencia”) de la flota soviética del Pacífico en el momento de producirse los hechos, afirma que el K-129, fue enviado, con urgencia y en secreto, a una misión de combate relacionada de alguna forma con estos hechos.

En el momento en que zarpó el submarino, Estados Unidos estaba reuniendo una enorme flota frente a Corea del Norte para atacar ese país en represalia por la captura del USS Pueblo. Al mismo tiempo la flota soviética del Pacífico se puso en estado de alerta máxima, y desplegó parte de sus naves entre la costa norcoreana y la armada estadounidense. Este despliegue incluía nada menos que 27 submarinos. Su objetivo era demostrar a coreanos, vietnamitas y otros estados de Asia que eran un aliado mucho más fiable que China, que había iniciado su distanciamiento de la URSS. La Séptima Flota respondió realizando pasadas con sus aviones tan cerca de los barcos rusos que casi rozaban los mástiles, y aproximando algunos de sus buques no ya a distancia de tiro, sino de colisión. La situación se prolongó varios días, sin que, afortunadamente, ninguno de los implicados perdiera los nervios y abriera fuego.

Por declaraciones de sus familiares, se sabe que varios de los oficiales, incluido el capitán, del K129 se despidieron angustiados, como si pensaran que iban a la guerra y aquella podía ser su última misión.


Así que, quizás, los rusos en realidad consideraron que su hundimiento no había sido tan “accidental”, y decidieron que no podían dejarlo estar sin más. Se encontraban en el momento álgido de la Guerra Fría y el mundo se mantenía en un precario equilibrio basado en la convicción de que en caso de confrontación la destrucción mutua estaba garantizada. Una convicción que se tambalearía si uno de los bandos no demostraba estar dispuesto a devolver cada ataque que sufriera con otro igual o mayor.

El 16 de mayo de aquel mismo 1968, el submarino de propulsión nuclear norteamericano USS Scorpion (SSN-589), partía de la base naval de Rota, en España, con destino a la de Norfolk. Por el camino debía acercarse a las islas Azores a repostar y a vigilar la presencia de buques y submarinos de la armada soviética, que solían patrullar esa área y la zona del estrecho. El 21 efectuó su última comunicación rutinaria con la base y después nadie volvió a tener noticias suyas. El 27 de mayo los americanos lanzaron una enorme operación de búsqueda aeronaval, muy similar a la de sus oponentes soviéticos dos meses antes. El 5 de junio el USS Scorpión fue dado oficialmente por desaparecido junto con los 99 miembros de su tripulación.

El USS Scorpion poco antes de su desaparición

En otra similitud más con el K129, su localización se logró oficialmente gracias al sistema de hidrófonos, con base en este caso en las Islas Canarias, que mostraban el 22 de mayo un registro de sonido en las cercanías de las Azores concordante con el de dos explosiones submarinas separadas por medio segundo. Sus restos fueron hallados a finales de octubre a 400 millas al sursuroeste de esas islas.

Como en el caso del buque soviético, las causas del hundimiento nunca han estado claras, y la versión oficial rápidamente se inclinó por la hipótesis del accidente. Sin embargo, eso no es lo que respondieron cuando se les preguntó en privado a los responsables en la época del arma submarina soviética y americana.

En 1995, cuando el capitán retirado de la marina norteamericana Peter Huchthausen comenzó a preparar un libro sobre la flota submarina soviética, entrevistó al entonces ya anciano ex-almirante Victor Dygalo, que era jefe de personal de la marina soviética del Pacífico en el momento en que se perdió el K129, y que se sabe que elaboró un informe antes de que este zarpase protestando por las circunstancias anómalas de la que fue su última misión. Este le aseguró que la verdadera historia del hundimiento del K-129 y del USS Scorpión no se había revelado debido al acuerdo informal entre los altos mandos navales de los dos países. Huchthausen afirma que Dygalo le dijo que "cuando puedan levantarse el secreto de los documentos oficiales sobre aquellas tragedias, esperaba que se dijera la verdad a las familias de las víctimas".

Parte de la tripulación del USS Scorpion

En 1993 la administración Clinton publicó un informe sobre lo sucedido que no aclaraba la causa del hundimiento, pero que descartaba el ataque soviético. En 2012, un grupo de veteranos de la Marina estadounidense y familiares de las víctimas volvió a solicitar que se reabriera la investigación y se desclasificaran los documentos oficiales.

Para concluir, en el año 2005 se publicó la novela "Red Star Rogue", sobre el hundimiento del K129. Rogue es una palabra inglesa de difícil traducción, que señala a quienes actúan al margen de la sociedad, del grupo al que pertenecen o de las normas establecidas, de forma encubierta y con intenciones maliciosas. El libro sostiene que el grupo de tripulantes desconocido que embarcó en la última misión del K129 era en realidad un comando de fanáticos miembros de los servicios secretos soviéticos. Su misión sería hacerse con el control del submarino en altamar y, fingiendo ser chinos, disparar sus misiles nucleares contra la base de Pearl Harbor, con el objetivo de desencadenar una guerra atómica entre China y Estados Unidos que provocaría su mutua aniquilación, y dejaría a la Unión Soviética como única potencia mundial. La negativa de la tripulación a participar en tan maquiavélico y malvado plan habría provocado un enfrentamiento que derivó en la destrucción del propio submarino. Y las autoridades rusas, tan mentirosas y manipuladoras como siempre, para ocultar lo sucedido habrían echado la culpa a los inocentes americanos.

No voy a ahondar en la inacabable cantidad de incongruencias de esta teoría, porque este articulo ya resulta demasiado largo, pero sí quiero señalar que su autor es un exoficial del submarino nuclear americano USS Parche, especializado en misiones encubiertas y de espionaje. Es curioso como siempre que surgen dudas más que razonables sobre determinadas versiones oficiales, aparecen novelas o películas que aportan espectaculares nuevas teorías, y cuyos autores, productores y/o financiadores están relacionados con los servicios secretos. Bajo sus grandes campañas de marketing se diluye cualquier otra explicación alternativa, más razonable, más aburrida, mucho menos publicitada y, sobre todo, mucho menos del agrado de quienes promueven esos libros y películas.


El Proyecto Azorian

Fotografía del pecio del K129

Pero la aventura del K129 no acabó con su hundimiento. En octubre un comité de expertos americanos determinó que los datos aportados por la red de hidrófonos demostraban que el submarino no había implosionado por la presión al hundirse, hecho que atribuyeron a que lo había hecho “con las escotillas abiertas”, por lo que el casco se había inundado igualando la presión interna con la exterior. Un descuido imperdonable por parte de la tripulación, sin duda, y una muestra de clarividencia impresionante de los norteamericanos, que también se podría explicar sí sabían que la torreta del Swordfish había rajado su quilla, inundando el casco y mandándolo al fondo.

Infografía del pecio del K129 comparada con el submarino, que nos da una idea de los daños sufridos





Para verificarlo, en abril de 1968 enviaron al USS Halibut, un antiguo submarino nuclear reconvertido en “buque de exploración oceanográfica” y dotado de todo tipo de potentes sonares, cámaras, aparatos de escucha, de radio... En solo tres semanas logró encontrar el K129 (la operación para dar con el Scorpion, también localizado por los hidrófonos, duró casi seis meses). Luego topografió la zona del naufragio y tomó cientos de fotografías. El submarino, en efecto, no había implosionado. La exploración fue completada por el batiscafo Trieste II.

Basándose en estos datos, en 1969, mientras el mundo contemplaba extasiado la llegada del hombre a la luna, Henry Kissinger y la NSA propusieron al presidente Nixon un plan para recuperar en secreto el submarino soviético. El objetivo sería apoderarse de sus misiles y cabezas nucleares para estudiarlas, así como de los códigos y máquinas de encriptación.

La Global Marine

Tras descartar varias ideas, habían decidido que la mejor opción era intentar recuperar el barco completo y para ello tenían en mente una empresa llamada Glomar (Global Marine). Glomar era propiedad del excéntrico magnate Howard Hughes, y había logrado bastante fama diseñando y construyendo navíos para compañías petrolíferas, capaces de realizar perforaciones a gran profundidad en el lecho marino. A esta experiencia se le unía otra ventaja: su cerebro y propietario, Hughes, había desarrollado ya el trastorno obsesivo-convulsivo que le llevaría a vivir totalmente aislado hasta el fin de sus días, un trastorno consecuencia de su adicción a los opiáceos que le recetaron los médicos para combatir el dolor tras un accidente de aviación. Sus únicos contactos con el exterior eran un número muy limitado de personas, todas vigiladas por el FBI y la NSA. Esto hacía que las posibilidades de los servicios secretos soviéticos de acceder a él fueran prácticamente nulas.


Glomar construyó un enorme barco sobre el que iba montada una gran torre con una grúa diseñada para esta misión por Lockheed. Toda la parte central de la quilla podía abrirse, permitiendo que la grúa hiciera descender una plataforma dotada de diez puntos de agarre destinados a sujetar el submarino soviético. Luego lo izaría y lo introduciría completo en el casco de la nave, cuya quilla se cerraría una vez estuviera dentro. Una idea digna de cualquier película de James Bond.

El nombre del barco era Hughes Glomar Explorer.


La gran camapaña de (des)información

Pero recuperar el K129 no era el único problema, ni siquiera el mayor: para que la operación pudiera tener éxito era preciso que se realizara en el más estricto secreto. De tener conocimiento del plan la URSS trataría de detenerlo, y para lograrlo no le haría falta usar siquiera la fuerza. La propiedad del pecio era más que dudosa, por lo que si interponía una demanda en los tribunales internacionales podía bloquear la operación durante años. Y aunque finalmente los norteamericanos pudieran rescatar el submarino, los rusos modificarían sus sistemas de encriptación, con lo cual el esfuerzo sería inútil.

¿Pero cómo se podía lograr que nadie se fijara en un barco tan inmenso y extraño? La respuesta vino de los expertos en psicología de masas (manipulación de masas, quizás sería un término más apropiado): había que atraer toda la atención posible sobre él.

La CIA llevó a cabo una de sus más inmensas y exitosas campañas de propaganda y desinformación. Los medios de comunicación se llenaron de noticias sobre una nueva técnica destinada a revolucionar la obtención de recursos naturales. Glomar, la innovadora compañía del excéntrico genio Howard Hughes, que ya había posibilitado la extracción de petróleo en el mar, había iniciado una nueva aventura: la minería submarina.

El Glomar Explorer se convirtió en la avanzadilla de este nuevo negocio. Su objetivo, explicaban, era extraer nódulos de manganeso del fondo marino, lo que permitiría obtener cantidades prácticamente ilimitadas de este valioso material de forma mucho más económica que con las tradicionales minas terrestres. Y eso solo era el principio. Luego podrían explotarse muchos otros recursos ocultos bajo el océano.

Para dar credibilidad al tema se creó un grupo multidisciplinar, integrado por científicos, periodistas, académicos, ingenieros..., que colaboraron con el engaño y se encargaron de divulgar el proyecto dando conferencias, entrevistas en los periódicos o escribiendo artículos en prestigiosas revistas científicas.

Se elaboraron documentales que fueron emitidos con gran éxito en el cine (en el equivalente americano al NODO español) y la televisión. Debajo incluyo un ejemplo. Sabes que es mentira, pero lo ves y te dan ganas de invertir.


La pequeña pantalla llevó las imágenes del extraordinario barco a los hogares de todo el mundo, los periódicos le dedicaron innumerables páginas, la prensa económica se llenó de estudios repletos de gráficos y estadísticas. En bolsa cayeron las acciones de las compañías mineras tradicionales, mientras estas se apresuraban a prometer que abrirían divisiones dedicadas a la explotación del fondo marino. Incluso se fundaron sociedades con ese fin.


Una de las ideas que más se repetía era que mientras que la exploración espacial era un dispendio del dinero de los contribuyentes, los mares y océanos cubrían más del 70% de la superficie de la tierra, por lo que los fondos destinados a investigar la forma de explotarlos eran una inversión inmejorable que abriría para el pueblo americano la posibilidad de beneficiarse de recursos naturales ilimitados.

Y así fue como se consiguió llevar a cabo en secreto el robo de un submarino nuclear ante los ojos del mundo.

John Wayne fotografiado durante su visita al Hughes Glomar Explorer

En julio de 1973 el Hughes Glomar Explorer zarpó de Philadelphia con una tripulación de marineros que ignoraban el propósito de la misión y de ingenieros de minas contratados solo para actuar como pantalla. Todos habían firmado estrictos acuerdos de confidencialidad que incluían penas rigurosas en caso de incumplimiento. El barco puso rumbo al océano Pacífico, a la base de Long Beach en California, donde la CIA había construido enormes instalaciones destinadas a ocultar y estudiar el submarino soviético. Una vez allí, y dado la fama que había alcanzado, se convirtió en una atracción turística. Mientras era equipado para la misión que realmente había de realizar, fue fotografiado desde yates, desde barcos turísticos fletados para la ocasión, visitado por actores de Hollywood y celebridades... ignorantes de que estaban siendo utilizados como simple tapadera del engaño.

El Hughes Glomar Explorer como atracción turística en Long Beach

Una vez despedida la tripulación original, la CIA seleccionó uno a uno a todos los nuevos tripulantes, ya fueran marineros o científicos, a los que obligaron a firmar draconianos acuerdos de confidencialidad y dotaron de identidades falsas. Esto, curiosamente, provocó un grave incidente que estuvo a punto de arruinar el proyecto. El sindicato de marineros de California se quejó porque no se había contratado a ningún tripulante local, e inició una protesta, rodeando las instalaciones e impidiendo el acceso al barco. En un momento dado obligaron a bajarse a los pasajeros de una furgoneta que resultaron ser lo que ahora se llaman “contratistas de seguridad”. Estos, al verse rodeados, no dudaron en sacar las armas. Ante el cariz que tomaba la situación, la CIA convocó a los dirigentes del sindicato y no tardó en “convencerlos” para que dejaran de interferir en la operación.

En junio el Glomar Explorer abandonó California y el 4 de julio llegaba al pecio del K129. El 18 de ese mes se iniciaron las labores de recuperación.

Y entonces, aparecieron los rusos.


Llegan los rusos

El Chazma

El Chazma, un “buque de seguimiento de misiles”, otro barco espía en este caso soviético, se acercó al Explorer y comenzó a navegar en círculos a su alrededor, mientras un helicóptero lo sobrevolaba fotografiando lo que sucedía. Luego envió varios mensajes por radio solicitando información sobre la “operación minera”. Tras permanecer unos días por la zona, se marchó para alivio de los agentes de la CIA. Pero poco después llegó un barco “pesquero” ruso, que esta vez se acercó en varias ocasiones hasta menos de 100 metros del Hughes Glomar Explorer. ¿Los habían descubierto? ¿Cómo se habían enterado de todo los soviéticos? Para mantener el secreto de la operación, y por si algún tipo de información sobre sus planes se filtraba, la CIA había llegado hasta el extremo de construir otro barco casi idéntico al Hughes Glomar Explorer, aunque verdaderamente dedicado a las perforaciones submarinas, que en aquellos momentos operaba en la zona donde los soviéticos creían que se había hundido su submarino.

Podríamos pensar que la culpa era de Walker, el “topo” en la Marina, y de su red de espías, pero la verdad es que la CIA había llevado la operación totalmente al margen de la armada estadounidense, y no porque sospechasen que hubiera en ella un espía. Como ya he dicho Walker continuó vendiendo tranquilamente información hasta 1985, cuando su exmujer, tras una monumental bronca conyugal y totalmente borracha, llamó al FBI y lo largó todo. Y aun así no la creyeron. 

La CIA, simplemente, quería apropiarse en solitario de la información que pudieran obtener. La razón de la presencia allí de los soviéticos, en realidad, era mucho más sencilla. La operación de desinformación a nivel global había tenido demasiado éxito. Aunque incluso hoy los rusos traten de negarlo, ellos también se habían creído la patraña de la minería submarina y estaban interesados en tan novedosa tectología, que querían estudiar (y copiar). Otra cosa es que una vez analizada la información recogida por sus barcos espías descubrieran la verdad.


El rescate

Finalmente el barco “pesquero” abandonó la zona ante las amenazas del Hughes Glomar Explorer de llamar a la armada norteamericana para que lo expulsase y la operación de rescate pudo dar comienzo. La gigantesca plataforma descendió hasta situarse sobre el pecio, y sus garras se accionaron y sujetaron el K129. Lentamente, fueron izándola, y con ella al submarino hundido, que se despegó del suelo marino en el que reposaba desde hacía más de seis años con un suave crujido. El entusiasmo se desató en el Hughes Glomar Explorer. Con mucho cuidado, centímetro a centímetro para evitar los efectos de las vibraciones y la descompresión, el submarino soviético fue subiendo hacia las gigantescas bodegas abiertas del barco de la CIA...

Y,a partir de aquí, una vez más, las versiones difieren. Según la CIA, solo se pudo recuperar una parte de la proa, lo que incluía un par de torpedos nucleares y los cadáveres de seis tripulantes, de los cuales tres fueron identificados como Víctor Lokof, Vladimir Kostiusko y Valentín Nosachev, y a los que rápidamente se dio sepultura en el mar, con una ceremonia digna, dado su alto estado de irradiación.

Es preciso en este momento recordar que el K129 no era un submarino de propulsión nuclear, sino diésel-eléctrica, por lo que si su tripulación estaba irradiada hasta ese punto solo podía explicarse por fugas producidas en su armamento nuclear, justo el que la CIA afirmó haber recuperado. Si lo que cuentan es cierto... ¿afectó la radiación de ese armamento a la tripulación del Hughes Glomar Explorer?, ¿cómo pudo procederse a su estudio de forma segura?, ¿qué se hizo con él después de estudiarlo? Para contestar a estas y a las muchas otras preguntas que generó su operación, la CIA proporcionó un nuevo tipo de respuesta que se haría muy popular a partir de entonces y del que hablaremos más adelante. Otras fuentes señalan que, en realidad, también se pudo recuperar toda la sección central, incluida la torreta, con sus misiles, los aparatos de sonar y otro equipamiento electrónico, los libros de códigos y las máquinas de encriptación. Esta segunda versión, aparte de diversos testimonios de personas implicadas en el rescate, cuenta con un importante dato a su favor: cuando en los años 90 los norteamericanos se pusieron en contacto con las nuevas autoridades rusas, les entregaron, además de la filmación del entierro en el mar de dos de los seis cuerpos rescatados, diversos objetos encontrados en el submarino, incluida la campana, que se sabe estaba en el puesto de mando situado en la torre.


El coste

El coste oficial del Proyecto Azorian fue de 800 millones de dólares de esa época, que equivaldrían a más de 5.000 millones actuales, una cifra que puede no parecer demasiado elevada. Pero, sobre esto también hay más que serias dudas.

¿Realmente fue solo ese el coste de desarrollar las tecnologías que permitieron llevar adelante el proyecto Azorian, construir dos barcos únicos, las instalaciones y laboratorios en tierra, la gigantesca campaña de desinformación...? Hay quien, directamente, pone un 0 más a la derecha de la cifra.


El descubrimiento

Apenas unos meses después de darse por concluida la misión de rescate, un reportero de investigación del New York Times, el mismo periódico que había hecho público, junto al Washington Post, el escándalo Watergate, recibe un chivatazo, una filtración si se prefiere, de una fuente anónima sobre el proyecto Azorian. Ya se sabe que, en una parte importante de los casos, el “periodismo de investigación” simplemente actúa como altavoz de filtraciones siempre interesadas, véase el propio Watergate. El periódico se puso en contacto con el director de la CIA, y aceptó la “sugerencia” de este para que retrasasen la publicación alegando que si se daba a conocer lo sucedido en ese momento, “provocaría un grave incidente internacional” y “dañaría la posición de los Estados Unidos”, prometiéndoles a cambio un jugoso dosier completo cuando fuera el momento. Pero pocas semanas después Los Ángeles Times dio a conocer los primeros datos sobre lo sucedido, y ante eso el NYT se decidió a publicarlo a su vez, y fue este reportaje el que popularizó la historia.

Se ha especulado mucho sobre el origen de estas filtraciones, igual que en casos similares, pero la explicación más plausible es que fuera la propia CIA. Una vez finalizada la operación, y ante el hecho de que los soviéticos ya debían estar al tanto de la verdadera naturaleza y objetivos del proyecto gracias a los barcos espías enviados a la zona, decidió hacer pública su versión de la historia. En ella el proyecto Azorian no aparecía como un fracaso, ya que se recuperaron varias armas nucleares, pero sí que dejaba claro que no habían logrado obtener los libros de claves ni las máquinas de desencriptación, por lo que no era necesario que los rusos las cambiaran. Todo muy conveniente.

No parece que en esta ocasión lograran su objetivo, porque se supone que los soviéticos modificaron sus sistemas de encriptación. A fin de cuentas, nadie iba a darles a ellos lecciones de desinformación.

Pero todo esto son especulaciones, porque a día de hoy toda la documentación relativa al K129, al USS Scorpion y al propio Proyecto Azorian sigue siendo secreta. Y lo es hasta tal punto que ha dado lugar a una nueva palabra Glomarization.


Cuando un periodista, amparándose en la Ley de Libertad de Información, solicitó a la CIA que respondiera a sus preguntas sobre el proyecto Azorian, esta contestó que no estaba en condiciones de afirmar o negar la existencia del proyecto ni de la documentación que le solicitaban. Desde entonces a este tipo de respuestas que en realidad no dicen nada, se les llama “respuestas Glomar” o “glomarizadas”, por la Global Marine y el Hughes Glomar Explorer.

Por cierto, sobre la gigantesca campaña de desinformación con la que se encubrió el proyecto, nadie dijo nada.


Las dudas

¿Cuál era la misión del K129? ¿Cuál fue la causa de su hundimiento? ¿Por qué los soviéticos, y ahora los rusos, estuvieron, y están, convencidos de que los responsables de su pérdida, pero no de la de otros submarinos suyos, fueron los norteamericanos? ¿Hundieron el USS Scorpión en represalia? ¿El Proyecto Azorian fue un fracaso o un éxito?

De todo los secretos, misterios y dudas que rodean el Proyecto Azorian hay una que siempre, desde que se descubrió el asunto, ha estado sobre la mesa: aunque nadie gasta con más alegría que los gobiernos el dinero de sus contribuyentes,¿realmente tenía sentido semejante dispendio, las extraordinarias medidas adoptadas, la gigantesca campaña de desinformación de la opinión pública?

La tecnología de los misiles rusos ya era conocida por los americanos, igual que las de sus submarinos y barcos, gracias a múltiples espías y desertores. Los libros y máquinas de encriptación no servían de nada sin los códigos cambiados a diario, y en cuanto los soviéticos sospecharon que podían haber caído en manos de sus rivales modificaron todo el sistema. No iban a repetir el mismo error que los estadounidenses con el USS Pueblo.

¿Había algo más en aquel submarino de lo que nadie ha hablado hasta ahora?

Por otra parte, las tecnologías desarrolladas en el Hughes Glomar Explorer podrían haberse utilizado para múltiples operaciones en el mar. Desde la arqueología submarina hasta el rescate de todo tipo de pecios modernos. Eso incluye los numerosos submarinos que, sin alcanzar la escalofriante cifra de 1968, se han ido perdiendo en el medio siglo transcurrido desde entonces, varios norteamericanos, y el último el argentino ARA San Juan, pudiéndose, quizás, haber salvado cientos de vidas. Pero se dejó languidecer el barco en algún muelle olvidado del gobierno. Oficialmente, la marina no mostró interés por el proyecto, y los inversores privados se mostraron reticentes a arriesgar su dinero en un asunto donde casi todo era, y sigue siendo, secreto. Finalmente, el Hughes Glomar Explorer fue barateado, privado de sus elementos de rescate, para ser utilizado como plataforma para perforaciones submarinas. En el año 2015 fue desguazado.

En resumen, lo único que deja claro este asunto es que las novelas, el cine y los medios de comunicación dedicaron infinidad de esfuerzos a edulcorar, o tergiversar directamente, las historias de una guerra que, con más frecuencia de lo que pensamos, no fue tan fría.

Y que no debemos creernos sin más todo lo que nos cuentan. 


FUENTES EN INTERNET: http://rusnavy.com/history/events/scorpion.htm https://flot.com/history/si58.htm https://www.labrujulaverde.com/2021/03/como-estados-unidos-y-howard-hughes-intentaron-rescatar-en-secreto-un-submarino-sovietico-hundido-con-torpedos-nucleares http://col2.com/k-129-robando-un-submarino-sovietico-hundido https://wikioes.icu/wiki/Soviet_submarine_K-129_(1960) http://historiaparanodormiranhell.blogspot.com/2018/04/proyecto-azorian-1-parte-el-submarino.html https://idahospudsblog.blogspot.com/2014/01/uss-scorpion-ssn-589.html https://www.eulixe.com/articulo/actualidad/submarino-nuclear-hundido-490-km-costa-galicia/20190712143756015580.html https://www.labrujulaverde.com/2021/03/como-estados-unidos-y-howard-hughes-intentaron-rescatar-en-secreto-un-submarino-sovietico-hundido-con-torpedos-nucleares https://es.wikipedia.org/wiki/John_Anthony_Walker https://www.google-earth.es/foros.php?t=6223&q=historia-tres-realidad https://www.abc.es/espana/canarias/abci-50-anos-misterio-desaparicion-submarino-scorpion-tras-espiar-flotilla-rusa-canarias-201805270350_noticia.html https://flot.com/history/si58.htm https://lifeglobus.ru/sumasshedshij-ivan-manevr-sovetskih-podvodnikov-sbivshij-s-tolku-moryakov-ssha/ https://uploads.fas.org/2014/05/NavalAccidents1945-1988.pdf https://nsarchive2.gwu.edu/nukevault/ebb305/doc01.pdf http://www.cliffhangershideout.com/subpirates/world_submarines/SP_Project-Azorian.html http://defensionem.com/operation-azorian/ https://web.archive.org/web/20090205063115/http://projectjennifer.at/ https://www.youtube.com/watch?v=aJAJUJ41PBI https://www.latimes.com/archives https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB278/03.PDF https://archive.org/details/fromshadows00robe_0/page/553/mode/2up https://archive.org/details/blindmansbluffun00sont/page/486/mode/2up https://nsarchive2.gwu.edu/nukevault/ebb305/

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